¿Cómo desahogarme sin ahogar a los demás?

 

Por: Dra. Gabriela Vázquez Soriano

“Cuando quiero llorar, no lloro

y, a veces, lloro sin querer”

-Rubén Darío-

 

La comunicación humana supone una de las formas más complejas de interacción, puesto que involucra el lenguaje no verbal (que, en la mayoría de los casos, obtiene el mayor porcentaje en la comunicación), el verbal y lo que ocurre de manera intrapersonal: las emociones y los pensamientos.

Existen emociones básicas que todo ser humano posee; a decir de Paul Ekman[1] son: alegría, tristeza, miedo, ira, sorpresa y asco. Ciertamente, las emociones son reacciones psicológicas y fisiológicas a los diferentes estímulos del entorno. Sin embargo, ¿de qué forma devolvemos el mensaje que recibimos con esos estímulos?

Las emociones que experimentamos están hechas también para expresarlas, no para retenerlas ni para restringirlas. Así como sentimos esa libertad y confianza para expresar cuando estamos alegres y sorprendidos, también debería serlo para cuando estamos tristes y enojados.

Desafortunadamente, hemos aprendido de la misma sociedad que, es incorrecto y mal visto que expresemos ciertas emociones. Tal es el caso de la tristeza, en donde las formas camuflajeadas de restringirnos su expresión, habitualmente con frases como: “No llores, cálmate” “No llores porque me vas a hacer llorar a mí también” “¡Aguántese, sin llorar! “Con llorar no solucionas nada”. Llorar es una forma de expresión y no tenemos porqué restringirla “porque no soluciona”. Por otra parte, por enojarnos también tenemos comentarios y críticas: “El que se enoja pierde”, “Te ves fea (o) cuando te enojas”. Hemos crecido en medio de una sociedad que nos restringe la expresión emocional y la inevitable consecuencia es que ni siquiera sabemos identificar lo que sentimos, de tal forma que cuando lo expulsamos, lo hacemos de la peor manera: herimos a los demás con nuestras palabras o actos, culpamos a los más cercanos en lugar de hacernos responsables de nuestra participación en cada situación; decidimos tragarnos lo que sentimos para “no preocupar” a los que queremos por nuestros problemas.

¿Qué hacemos? ¿Cómo me desahogo sin quedarme con la sensación de que ahogo a los demás por “dejarles mis problemas o preocupaciones”? ¿Cómo le hago para no quedarme esperando ayuda o consejo y solo obtener frases como: “¡ay, qué mal!”, “Te dije”?

Cuando te sientas abrumada (o): Toma unos minutos a solas, respira profundo al menos cinco veces.Lleva una mano hacia tu pecho (a la altura de tu corazón) y pregúntate ¿Qué siento? Y date permiso de “quejarte” aunque sea una larga lista “Me siento enojado, triste, frustrado, impotente, decepcionado, ofendido, etc. Al decirlo en voz alta (que sólo te escuches tú) estás identificando y validando tus emociones y sentimientos.

Si es posible, descarga esa (s) emoción (es) sobre un objeto neutro para no dañar a los demás ni dañarte a ti mismo. Por ejemplo: golpear una almohada, gritar sobre ella, mojar una toalla de manos y exprimirla (y repetirlo al menos tres veces). Siente la emoción y, si esta descarga desencadena el llanto, date permiso de expresarlo, eso necesita tu cuerpo.

 Si después de lo anterior, deseas compartir lo que te sucede con alguien más, asegúrate de comunicarle de manera efectiva y clara qué es lo que necesitas y para qué se lo compartes: “Sólo quiero que me escuches”, “Quiero que me des tu opinión”, “Quiero que me orientes en esta situación”, “Quiero que me ayudes a resolver este conflicto”. De esta manera, tu interlocutor sabe qué esperas y también ella/él puede disminuir el estrés que sienta por –verte- así, sin decir de más. A veces lo que más ayuda, es acompañar –escuchando- no disminuyendo la importancia de lo sucedido ni tratando de rescatar a la persona.

 

Si deseas arreglar un conflicto con alguien en específico te recomiendo mi técnica de “Los cinco qué’s”. Esta técnica te ayudará, en primera instancia, a resolver el conflicto internamente y dejarlo claro para ti, para que después puedas comunicarlo asertivamente.


  1. ¿Qué sucedió? Se trata de relatar e idealmente escribir, (aplica para los cinco puntos), el hecho por el hecho sin emocionalidad.
  2. ¿Qué siento con eso que sucedió? Es el momento de identificar y nombrar la lista de emociones y sentimientos. “Yo me sentí_____con lo que tú dijiste/hiciste”
  3. ¿Qué pienso de lo que sucedió? Elaborar las ideas y pensamientos en torno al conflicto, en primera persona. “Pienso que exageramos en nuestras reacciones del momento” “Pienso que podemos arreglarlo de otra manera” “Pienso que mi participación en este conflicto fue_____”
  4. ¿Qué quiero? Enlistar las formas en las que considero podemos mejorar. “Quiero que conversemos frecuentemente sobre cómo nos sentimos” “Quiero entender lo que me dices/reclamas”
  5. ¿A qué estoy dispuesta (o)? Llega la tregua. El compromiso voluntario que deseo hacer para superar el conflicto y/o mejorar la relación (de cualquier tipo). “Estoy dispuesta (o) a escucharte para entenderte” “Estoy dispuesta (o) a decirte lo que me molesta cuando me molesta y no cuando me harte”

Como ves, en esta técnica se trata de hablar de ti (lo que sientes, piensas, experimentas) porque, en realidad, es en lo único que tienes control, no en los demás. Con esta información, tu interlocutor conoce y aprende más de ti porque tú eres el experto (a) en tu vida.

Aprender a reconocer las propias emociones, nombrarlas y expresarlas, nos proporciona las herramientas necesarias para poder controlar lo que nos sucede en el momento que nos acontece.

Jamás menosprecies lo que sientes porque ahí está la clave para ser libre.

 “Quiero llorar porque me da la gana”

-Federico García Lorca-

 

-Vive sano, vive consciente-

 

                                              



[1] Psicólogo estadounidense dedicado al estudio de las emociones y la expresión facial

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