Por: Dra. Gabriela
Vázquez Soriano
“Si un alimento no es inocuo, no es un alimento”
-Anónimo-
Desde hace ya varios años, los edulcorantes artificiales han sido incorporados en el sistema de alimentación de muchas personas con la firme creencia de que “son saludables” por ser una alternativa al azúcar convencional y porque tienen menos o cero calorías. Y, justamente por esta última razón, los consumen libres de culpa.
Entre los más destacados se encuentran: el aspartame (frecuentemente
conocido por ser utilizado en diversos refrescos “light o cero calorías”,
yogurt, sustitutos de azúcar, etc), sucralosa
( helados, cereales, bebidas energéticas, chicles, etc), neotame (muy similar al aspartame y muy barato. Se utiliza
en productos lácteos, pastelería y gomas de mascar, entre otros.) acesulfame de potasio (utilizado por más de 10 años en productos de
conserva, mermeladas, gelatinas y otros miles de alimentos), sacarina
(se encuentra en refrescos, conservas, lácteos, etc) y advantame (edulcorante con menos de 10 años en el mercado,
utilizado en alimentos congelados, dulces, merengues, gomitas y gomas de
mascar, entre otros).
Es importante recordar que, los edulcorantes artificiales son
cientos (por no decir que algunos son miles) de veces más dulces que el azúcar
y, tomando en cuenta que, la adicción al azúcar es ocho veces más fuerte que la adicción a la cocaína.
Por lo tanto, el consumo de edulcorantes altera la química
cerebral y hormonal siendo potencialmente nocivos; dado que el cerebro los
reconoce como “azúcar” y por ello el organismo aumenta la producción de
insulina (promoviendo en breve, la resistencia a la misma) y el metabolismo se
enlentece. De tal forma que de manera continua aparece la sensación de hambre,
con la necesidad de consumir carbohidratos (más comúnmente pastas y pan).
Existen, por supuesto, otras consecuencias de su consumo:
afectan la salud intestinal, favoreciendo la proliferación de levaduras
(hongos) en el intestino, los cuales pueden expresarse como inflamación
persistente y dolor abdominal ocasional. Incrementan el riesgo de desarrollar
obesidad, diabetes tipo 2, síndrome metabólico y enfermedades cardiovasculares.
Se ha demostrado, en estudios recientes (con exposición al
azúcar convencional en comparación a la ingesta de edulcorantes artificiales)
que los refrescos “light o cero calorías” aumentan el riesgo de diabetes, más
que los refrescos regulares.
¡Y atención a esto! Para nada estoy recomendando consumir
refrescos regulares. Los refrescos convencionales son dañinos de por sí, pero
aún más lo son los que “no contienen calorías”.
Así que, es de vital importancia leer las etiquetas de los
productos que consumimos, para saber lo que estamos incorporando a nuestro
organismo.
Los edulcorantes son disruptores de señales hormonales y
neurológicas que controlan el hambre y la saciedad.
Consumirlos con la “confianza” de que no tienen calorías y
por ello no estará amenazada nuestra salud es una situación grave; ya que sigilosamente nos estamos
exponiendo a peligros mucho mayores.
Reflexiona si el consumo de azúcar y, sobretodo, el de los
edulcorantes resulta tan necesario en tu vida. Nada es imprescindible, salvo la
propia vida.
-Vive sano, vive consciente-

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