Por: Dra. Gabriela Vázquez Soriano
Mucho se habla en la actualidad acerca de la sana alimentación, los beneficios que tiene y los riesgos que previene. Sin embargo, esa “consciencia” únicamente ocupa la esfera física, dejando de lado las esferas mental y emocional. (Y atención: ¡Jamás dejar de lado esa sana alimentación!)
Recordemos que no sólo nos alimentamos de forma física, sino que también nos alimentamos de ideas, ira, tristeza, miedos, preocupaciones, estrés, fantasías, expectativas, etc. Y dejamos en nuestro –punto ciego- que esta forma de “alimentación” también nos hace ganar peso.
De acuerdo al comunicado de prensa del INEGI el 11 de Noviembre de 2020 y en el marco de mostrar las estadísticas sobre la obesidad según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2018, los hombres de 20 años o más representan el 42% y las mujeres el 37%. Cifras alarmantes por lo cual el sobrepeso y la obesidad siguen siendo un problema de salud pública.
Desafortunadamente, la misma sociedad (a manera de tradición) nos ha enseñado a asociar los alimentos con las emociones. “Cómete este helado porque hoy te portaste bien” “Puedes comer el pastel porque hoy no hiciste enojar a papá” “Come estos chocolates para que ya no estés triste” y progresivamente vamos aprendiendo que –merecemos un premio- por portarme bien, por no molestar y para no sentirme triste. Y es entonces cuando comprendemos el sentido una de las frases más populares, al menos en México: “Las penas con pan son menos”.
Existe la otra polaridad, “como no entregaste las tareas completas y tus hermanos sí, ellos comerán hamburguesa y tú te acabas el plato de verduras” “Si sigues haciéndole gestos a la comida, te voy a dar la verdura cruda para que hagas gestos con provecho”, “te voy a hacer caldo de pollo porque estás enfermo” “Acábate todo lo que hay en el plato que aquí no se tira la comida”. Estas personas, en su vida adulta desarrollan aversión a las verduras porque las recuerdan y asocian como un castigo, los caldos los asocian con enfermedad y, por supuesto, aquellos que fueron sobrealimentados (sin contemplar las porciones) y se terminaron todo lo del plato, al rato cuando crecen, se terminan su plato más los ajenos por aquella culpa de desperdiciar la comida.
Si emocionalmente estamos desatendidos, cobra vital importancia echar una mirada a profundidad en este aspecto; ya que la tendencia a –apapacharse- con comida es muy alta. Cada persona lo hace por diferentes motivos, hay quienes llenan vacíos emocionales con comida (sobre todo cuando están enojados o tristes) existen otras que lo hacen por protección porque han sido víctimas de abuso en sus diversas formas y buscan “invisibilizarse” al medio para que no las vuelvan a violentar. Y otros más que regresan a épocas distintas de su vida en donde se sentían mejor o para recordar a un ser querido que no está físicamente cerca de ellos o bien, falleció. “Como bolillo con café porque me recuerda lo bien que me la pasaba con mi abuela (ahora fallecida)” “En la mayoría de las reuniones familiares, a la hora de la comida, tomábamos refresco (ahora sin reuniones, sólo me queda la comida y el refresco)”
Cuando
el antojo es muy específico y frecuente, el hambre es emocional. Porque ello me
transporta en el tiempo (cuando aquella persona vivía, cuando podía sin
problema, cuando no tenía preocupaciones, cuando no pasaba nada malo) Y la
necesidad de fondo es emocional, que jamás se compensará con comida puesto que
lo que me falta no es comida, sino quizá dulzura, tranquilidad, paz, seguridad,
confianza.
La obesidad, de manera inconsciente, constituye una forma de suicidio ya que a consecuencia de ella se generan otras comorbilidades. Enfermedades tales como: diabetes, hipertensión, dislipidemia, hígado graso, infartos, eventos vasculares cerebrales etc. Que inevitablemente tendrán como consecuencia una muerte prematura. Es una forma de suicidio porque tenemos la capacidad de dejarnos morir con el peso de una consciencia que desampara, que nos deja postrados sobre la peor de las superficies: la desesperanza. Porque no ejercimos esa responsabilidad que cada ser humano tiene todos los días a su alcance, el poder de elección. Elegir lo mejor para nosotros y no lo más fácil.
No es sencillo.
Hemos depositado en nuestro interior todos los miedos y aquellas escenas que más nos avergüenzan de nuestra propia vida y le hemos pedido a nuestro cuerpo que nos guarde los secretos sin considerar que estamos atentando contra nosotros mismos.
Aquél que padece sobrepeso u obesidad tiene miedo de ser rechazado, de sufrir, de ser abandonado o de no ser suficiente.
Atrevernos
a estar de frente con nuestras emociones, que no son ni buenas ni malas, sólo
son nuestras, hará que podamos
identificar el origen de la protección (obesidad) que en algún momento
decidimos poner y que ahora, no sólo no nos ayuda sino que perjudica nuestra
salud.
La psicoterapia siempre será una excelente aliada en este proceso de encontrar el origen y sanarlo. Tu corazón, tu mente y tu cuerpo merecen vivir sin cadenas. No son un bote de basura, no los trates así. Al contrario, son los lugares más preciados ya que de ahí emanan los sentimientos que tienen profundidad y te permiten construir vínculos afectivos importantes. Emanan las ideas y los sueños de los cuales se hacen los propósitos en la vida. Y del cuerpo… del cuerpo emana la vida propiamente dicha, con él puedes percibir los olores, sabores, colores, los sonidos, las sensaciones y texturas que la vida te ofrece.
Estás
en la vida para disfrutar, no para sufrir. Y tú puedes elegirlo.
“Es necesario nutrir
el cuerpo cuando el corazón muere de hambre”

Que interesante articulo, me encantó, nos deja mucho para reflexionar, gracias.
ResponderBorrarQue interesante articulo, me encantó, nos deja mucho para reflexionar, gracias.
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