Por: Alejandra Martínez.
La educación es, tal
vez,
Gabriela Mistral
Existen creencias conservadoras sobre las capacidades de la mujer en su papel de docente. Dentro de una percepción generalizada, en la educación preescolar, primaria y secundaria, se encuentra mayor número de mujeres docentes, no siendo así en la educación universitaria, y de posgrado. En estos niveles formativos, el género masculino que ejerce la profesión, abunda. Este fenómeno intelectual va de la mano con el orden social perturbado para el género femenino.
En la sociedad, es inevitable encontrar creencias y posturas que demeritan el valor de la educación básica, por ende, a los docentes que se encargan de ella; y se privilegia dicho valor en el contexto universitario, consecuentemente, se respeta más al profesor universitario. Todo esto, gracias a la percepción ambigua, y en muchos casos errónea que existe entre las personas, sobre el trabajo de un profesor. No necesariamente un profesor universitario sabe más que uno de educación primaria, esto es un juicio severo que debe de ser replanteado. Cada docente en su respectivo nivel y especialidad, tiene campos de acción, y preparación continua, que le permiten cumplir con los objetivos educativos.
El México actual tiene ojos crueles para ver a la docencia. Si constantemente se minimiza a los docentes de educación básica, en cifras estadísticas, se está minimizando a la mujer como docente porque, como mencioné previamente, es en este nivel donde la presencia de la mujer es mayoritaria y abrumadora.
En mi experiencia como docente en educación primaria, el número de compañeros integrantes de la institución se conformaba de 22 miembros, de los cuales 20 éramos mujeres. La hegemonía prevalecía en los días correspondientes a las reuniones de Consejo Técnico Escolar, cuando la tarea era integrarnos con otras instituciones educativas, para llevar a cabo la actividad. Una gran cantidad de mujeres docentes, recurrentemente. Y ¿Por qué no se presenta esta misma cantidad en niveles universitarios y de posgrado?
Es una observación muy delicada, pero es necesario hablar de ello. Desafortunadamente, ejercer la docencia también es una labor misógina. Cuando se le acuña a la mujer el prejuicio de ser “educadora” en la familia, la sociedad se encarga de que este papel lo cubra también en la labor docente. La connotación que se le da a la mujer como “educadora” en la docencia, no dista mucho de la mujer como “educadora” en la familia. En el aula, las maestras no tenemos porque estar corrigiendo y soportando las actitudes del niño, entre otras cosas, cuando el tiempo se debe invertir en la formación intelectual del mismo. Pero pasamos de ser maestras, a segundas madres. Y eso no se debe permitir ya.
Muchas actividades como docentes son designadas a partir de los estereotipos de género. Entonces en el ámbito laboral, no es lo mismo ser maestro que maestra. Los maestros gozan de ciertas libertades que a las maestras no se nos permite con facilidad. La organización de eventos escolares, la planeación de la comida para las convivencias, la elaboración de presentes y distintivos para distintos momentos, diseño y colocación de ornamentación para fechas alusivas, y muchas cosas más, son llevadas a cabo por las maestras, incluso en algunas escuelas particulares, el aseo de la institución también pasa por sus manos. En cambio, las actividades designadas para los maestros, son de una índole muy distinta. Las labores que suelen abarcar, son desde aspectos administrativos hasta cuestiones deportivas.
En las competencias deportivas magisteriales, el mayor número de participantes siempre es de maestros. Así, hay mucha variedad entre equipos de fútbol, basquetbol, voleibol y atletismo varoniles. La participación de las mujeres es escasa, con mucho esfuerzo se llega a formar un equipo que llegue a competir, y la participación individual también llega a ser muy particular. Sinceramente, no hay incentivos para que las maestras se interesen y motiven por este tipo de actividades que forman parte de su carrera docente. Tampoco hay tiempo entre tantas ocupaciones agobiantes que tienen que asumir.
Siendo yo una maestra deportista, alguna vez mientras trataba de entrenar con mis compañeras, escuchaba comentarios misóginos y de mofa por parte de compañeros maestros, a grado tal, que hicieron lo posible por quitarnos la cancha de inmediato para que ellos jugaran. Y cuando llegó su turno, todo mundo los respetaba. En fin, es una historia constante, que se repite a menudo. Los mismos compañeros maestros nos encasillan a las maestras con ciertos estereotipos. Esto limita el ejercicio docente en su plenitud. Además de esto, también hay que añadir el acoso.
Y como en todas las profesiones las mujeres docentes tienen obstáculos importantes que impiden su labor. He tenido varias compañeras con muchos años en el servicio que siguen aún preocupadas todos los días por cómo acomodar sus actividades escolares para que les de tiempo de preparar la comida para sus esposos; muchos de ellos profesores también. ¿Así como es posible que tengan espacio suficiente para estudiar un posgrado y acceder a una plaza universitaria? Mientras tanto, ellos tienen tiempo para ejercer su profesión, con pormenores escasos.
Me tomé el atrevimiento de hablar de estas experiencias para poder expresar que es injusta la percepción sobre las mujeres docentes. Y con todo ello, se sigue minimizando su esfuerzo laboral, en comparación con un maestro universitario.
Por las manos de cuantiosas maestras entregadas, han pasado sinnúmero de prodigiosos alumnos.
Este artículo lo escribí para invitar a la reflexión de esta recurrente percepción social. Y también contemplando a todas mis compañeras grandiosas que, a pesar de tantas dificultades y después de haberse encasillado y castigado en esos estereotipos impuestos, han logrado proezas educativas.
Nunca voy a olvidar el relato de mi madre, donde me describía que por ahí de la década de los 70’s, su aula era un espacio de tierra, el techo estaba compuesto por láminas con agujeros, y los asientos de sus alumnos eran unos tabiques, y desde ahí… los enseñó a leer y a escribir.

Muy buen artículo 😁 ser docente es un oficio admirable 🤩
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