Por: Dra. Gabriela Vázquez Soriano
“No
debemos querer curar el cuerpo sin curar antes el alma”
El cuerpo humano es ése organismo vivo que funciona de manera integral: mente-emoción-cuerpo. De acuerdo con la OMS, la salud es un estado de bienestar físico, mental y social. Entonces nuestra salud depende en un 80% de nosotros mismos e involucra que seamos conscientes de qué nos sucede; sobre todo de forma intrapersonal (dentro de cada uno).
Este artículo se enfoca principalmente a la situación emocional que subyace en diversas enfermedades, dejando entre paréntesis las causas orgánicas que por supuesto deben atenderse.
Muchas veces empezamos a presentar algún síntoma físico o varios que, si no atendemos con el debido cuidado, se pueden convertir en una enfermedad. Es cierto también que en la mayoría de los casos atendemos esta situación con algo externo que nos devuelva (al menos temporalmente) la sensación de bienestar: un fármaco. Sin embargo, todavía no somos conscientes de todas las posibles causas que dieron origen a esa sintomatología. Tenemos una tendencia casi automática a delegar la “culpa” a factores externos y vamos dejando de lado que somos seres integrales y que nuestros sistemas funcionan simultáneamente.
La mayoría de las personas tenemos un órgano receptor de las emociones que para cada quien será diferente. Para algunos será el estómago o el intestino, para otros la cabeza, algunos más lo representarán en la piel, en las articulaciones y existen los que lo reflejan en el hígado o en algunas glándulas como la tiroides.
Es completamente cierto que el tipo de alimentación influye poderosamente; sin embargo, también las emociones influyen en la misma proporción sólo que no estamos acostumbrados a ponerles tanta atención y cuidado.
Si empezamos por comprender que el cuerpo, en su calidad de funcionalidad multisistémica, sabe cómo llevar a cabo sus funciones sin necesidad de que nosotros le digamos qué hacer, cuándo o cómo; asumiríamos que es sabio. Y esa sabiduría la transmite constantemente pero, desafortunadamente, pocos son los que alcanzan a darse cuenta.
Es así que detrás de cada síntoma hay un mensaje no descifrado, una llamada de atención no escuchada, gritos de auxilio sin poder verbalizarse.
¿Cómo atender esa necesidad de comunicación
corporal-emocional-mental?
En ése orden para ser precisos. Cuando la sintomatología está instalada y nos representa una incomodidad, es necesario saber cómo nos sentimos con aquello que ha estado sucediendo alrededor: el contexto, para poder finalmente descifrar el mensaje de nuestro cuerpo, hacer consciencia y darle una solución.
Aquellos por
ejemplo que, tras angustiarse por tomar una decisión, le dan muchas vueltas al
asunto pensando “¿Cómo le voy a hacer?” sin llegar objetivamente a saberlo,
terminan con dolores de cabeza recurrentes sin considerar que hay una
dificultad para lidiar con su propia angustia y, en tanto eso no se resuelva,
esos dolores persistirán.
Por otro lado, el estómago representa la capacidad de aceptación de las circunstancias. Dicho así, las personas que tienen gastritis y que de pronto se encienden los síntomas han experimentado momentos de enojo, ira, frustración e impotencia que en el momento no han sabido expresar por temor a lastimar a aquellos con quienes se sienten enojados.
La colitis va de la mano puesto que representa el “miedo a la reacción de otra persona”, “miedo al resultado de algo en específico”. En resumen, miedo a equivocarse y perder el amor o la aceptación de alguien.
Los síntomas de dermatitis, en donde lo común son las de contacto (suelen afectarse los oídos, las manos, brazos, parte de la cara, etc.) justamente por el roce de algún metal, químico o irritante, representan la dificultad para tener contacto físico con otras personas, ya sea por intolerancia, por desagrado o por vergüenza. Es el temor a vincularse afectivamente y salir lastimado.
Los esguinces a nivel de los tobillos que, aunque
frecuentemente ocurren por accidente, algunas veces suelen ser repetitivos “les
falla el mismo pie” representan la seguridad y la confianza para avanzar en la
vida y al mismo tiempo la revelación ante una inconformidad: “no estoy de
acuerdo” pero no me atrevo a decirlo.
En enfermedades “silenciosas” pero no por ello sin ciertos síntomas, está la esteatosis hepática (hígado graso) y las disfunciones tiroideas por mencionar dos de muchas afecciones metabólicas.
El hígado representa la capacidad de adaptación a la vida y nunca como ahora, cada vez más y más
personas están afectadas por esta enfermedad. Emocionalmente existe miedo a
carecer de lo esencial: ropa, comida, vivienda, trabajo.
La glándula tiroides posee gran importancia metabólica y, en el sentido emocional, representa la dificultad crónica, quizá desde la infancia, para la expresión verbal y, en la etapa adulta, también sexual de aquellos que padecen una disfunción.
Desde el punto de vista de la Biodescodificación para unos, la Bioneuroemoción para otros, el lenguaje del cuerpo es tan importante y vital que necesita atención inmediata.
Si le damos la oportunidad a nuestro cuerpo de expresarse –aún con síntomas- aprenderemos una forma sabia de autoconocimiento que nos proporcionará toda la información para poder tener una vida tranquila y sana.
Tu cuerpo es un pilar fundamental para tu existencia, jamás menosprecies sus mensajes; mejor ponte de frente a tu cuerpo, obsérvalo, siéntelo y pregúntale: ¿Cómo te sientes? ¿Qué necesitas para estar mejor? ¿Qué necesito aprender de ti?
Abre la comunicación…
¿Y tú, escuchas a tu cuerpo?

Un gran artículo Doctora Gabriela Vázquez. Ojalá nos compartiera más sobre el mismo tema.
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