Por: Alejandra Martínez.
No pienso
me armo sobre mis piernas
me doy cuerda.
Gloria Vergara
Ha sido un error marginar a las mujeres en el deporte durante mucho tiempo.
En un principio, varias disciplinas deportivas han sido exclusivas para la rama
varonil, cerrando las puertas a la participación femenina. La exclusión de las
mujeres en el deporte es una forma de violencia que ha ido perdiendo fuerza,
gracias a la rebelión de miles de mujeres en el mundo. Las deportistas rebeldes
son todas aquéllas increíbles mujeres cuyas hazañas han revolucionado la
perspectiva de género.
La apreciación masculina siempre se ha comportado despectiva respecto a la incursión de las mujeres en el deporte. Las opiniones ofensivas minimizaban el valor de una mujer que corría, estimaban que el desempeño femenino al correr no podía rebasar un recorrido de dos kilómetros y medio. ¡Pero qué equivocados estaban! Las mujeres siempre hemos corrido, sin necesitar la aprobación varonil.
En las culturas africanas, las mujeres han tenido que lidiar con el sofocante machismo, pero eso no ha sido impedimento para que la actividad de correr, se adopte como un ritual. Justamente, de esas regiones han salido las más increíbles corredoras a nivel mundial. En México, las impresionantes mujeres rarámuri han corrido trepidantes kilometrajes, porque sus pies solo conocen ese estilo de vida. Por todo el mundo, las piernas femeninas han trotado caminos infinitos, aunque los prejuicios y críticas masculinas las hayan perseguido constantemente.
Prueba de ello, es que durante abismos de tiempo, estaba prohibido para las mujeres inscribirse en la maratón. Los criterios machistas vedaban la posibilidad de que la fuerza femenina, gozara de esa experiencia. No fue hasta el año de 1966, que una heroína estadounidense llamada Roberta Gibb, se infiltró en una maratón, se hizo pasar por un participante masculino escondida tras la capucha de su sudadera. Tras haber solicitado su inscripción a la competencia, recibió una carta donde se le explicaba que el maratón era sólo una prueba física en la que los hombres estaban capacitados, y las mujeres no. Y desafiando esos absurdos criterios, ella corrió la maratón de Boston. Y desde entonces con su ejemplo, convocó a miles de corredoras que, desde entonces hasta hoy, armamos una revolución con nuestros kilómetros recorridos.
Al año siguiente, en 1967, Kathrine Switzer otra mujer extraordinaria desafió la mentalidad masculina, y se inscribió en la edición de la maratón de ese año, también en Boston. Su participación, es asimismo icónica. Se le permitió inscribirse puesto que ella utilizó las iniciales de su nombre acompañada de su apellido, de esta forma ocultó su identidad femenina. Pero durante la carrera, tanto los mismos contrincantes hombres como la prensa escandalizada, boicotearon su participación, y estaban resueltos a hacer todo lo posible para que se le descalificara. Hay una fotografía histórica y perturbadora que rebela un acto violento y sumamente retrógrado, una violencia tremendamente sexista mientras ella corría no solo contra el tiempo, sino contra el monstruo de la ignorancia machista:
“Instintivamente giré mi cabeza hacia los lados y me encontré con la mirada más malvada que haya visto. Un hombre, un hombre enorme, mostraba los dientes, y antes de que pudiera reaccionar tomó mi hombro y me sacudió hacia atrás, gritando: ‘Sal de mi carrera ahora y dame esos números»1
A pesar de este suceso reprobable, siguió corriendo hasta terminar la carrera. Pero de cualquier forma fue descalificada al cruzar la meta. “Descalificada”, bonito emblema para cerrar con broche de oro la violencia de género deportiva. A partir de este suceso polémico, ella se convirtió en una agente de conflagración recibiendo el apoyo de muchas mujeres que se unieron por exigir libertad deportiva femenina, respeto e igualdad. El número que portaba, el “261”, se convirtió en un símbolo de afinidad e identidad.
Gracias a esta lucha, en 1971, se permitió que las mujeres pudieran inscribirse en la maratón. Para después permitir su participación a nivel olímpico. Y desde entonces hemos presenciado hazañas extraordinarias de mujeres corredoras. Corredoras rebeldes que han abierto horizontes magníficos para nuestra lucha.
Las percepciones masculinas han ido cambiando, pero aún falta mucho por hacer. Persiste una desigualdad estrepitosa entre el apoyo a corredores hombres respecto al de las mujeres. Los premios económicos en las competencias de gran alcance, aún son mayores para los hombres, siendo esto una total falta de respeto al género femenino. Tristemente y como conclusión: no es la misma experiencia para un corredor que para una corredora.
Cuando practico este noble ejercicio, recorro las calles, resisto en la batalla mientras soporto violencia hacia mi deporte, vivo el acoso y las ofensas. Estoy segura que muchas hermanas mías corredoras también lo experimentan constantemente. Pero también, vivo experiencias magníficas que me llenan de júbilo, fortaleza y esperanza por un porvenir justo. Cada kilómetro que sumo a mi historial me une en una profunda fraternidad con cada mujer que día con día hace lo mismo, y así destrozamos juntas esa idea que se les ocurrió de que “somos frágiles”. Por eso, valientemente te quiero decir con todo el amor por nuestra causa: Nuestra lucha se mantiene, mientras nuestros pies recorran kilómetros como experiencias de éxito.
1. (2017) Switzer K. en Grinberg Emanuella, La primera mujer que corrió el Maratón de Boston lo hará de nuevo, 50 años después, Artículo digital, recuperado de: https://cnnespanol.cnn.com/2017/04/17/la-primera-mujer-que-corrio-el-maraton-de-boston-lo-hara-de-nuevo-50-anos-despues/

Muy buen trabajo 😊
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