Niebla mental: La forma en que tu cerebro pide auxilio por tu cuerpo.

 


Dra. Gabriela Vázquez Soriano

“[…] Cómo cambian las cosas en la niebla […]
La niebla no es olvido sino postergación anticipada.
Ojalá que la espera no desgaste mis sueños.
Ojalá que la niebla no llegue a mis pulmones” 
-Hombre que mira la niebla- Mario Benedetti

A lo largo de nuestra vida nos hemos encontrado, en ocasiones, que tenemos pequeños olvidos y esto sucede a cualquier edad y en todos los ámbitos. Existen una serie de factores que pueden detonar que estas “pequeñas fallas” ocurran, como el estado de ánimo, la disposición para realizar determinadas actividades, el desconocimiento y hasta la falta de pericia.

Sin embargo, qué pasa cuando estas “pequeñas fallas” como la falta de concentración, disminución en la agilidad mental, enlentecimiento en las reacciones comienzan a ser más frecuentes e intensas y empezamos a justificarnos tras frases como “Mi memoria me traiciona” o “Mi cerebro aún no despierta”.

 Mucho se habla de que el deterioro cognitivo está asociado a la vejez y, ciertamente el cerebro tiende a ralentizarse conforme avanza la edad; sin embargo tenemos la capacidad de mantenerlo activo y funcional si realmente nos ocupamos de protegerlo y nutrirlo.

El término –niebla mental- alude a la expresión neurológica de diversos síntomas a consecuencia de procesos inflamatorios sistémicos. Desde hace algunos años la medicina funcional se ha encargado de investigar a fondo las causas, los síntomas, las múltiples formas en que la expresión de la inflamación sistémica tiene consecuencias neurológicas. Desafortunadamente, la medicina convencional no reconoce la alteración ni el término puesto que ha normalizado la sintomatología sin analizar las causas subyacentes.

La niebla mental es llamada así porque nubla los pensamientos y disminuye la capacidad cognitiva a cualquier edad expresándose como falta de memoria, dificultad para recordar ciertos datos, desorientación (“¿A qué venía?”), alteraciones para mantener conversaciones o presentaciones públicas por –olvido de palabras-, dificultad para la comprensión (ubicaciones, chistes, contextos, etc.) incapacidad para aprender habilidades nuevas, entre otras.

Las causas son diversas pero han sido estudiadas e identificadas. Tal es el caso del aumento de los niveles de glucosa en sangre, la disfunción tiroidea, neurotoxinas (exposición a toxinas ambientales), trastornos del sueño, estrés, altos niveles de amoniaco en sangre (éste último es un desecho tóxico que se acumula por una degradación defectuosa de las proteínas o por enfermedades metabólicas), quimioterapia, nutrición deficiente, moho, alteraciones hormonales, inflamación sistémica e infecciones.

En un estudio publicado en la revista “Nature” de 2017 señala que privarse de horas sueño afecta la comunicación interneuronal  y con ello disminuye la cognición, afecta la memoria, la percepción visual, la concentración y el tiempo de reacción a estímulos.

El cortisol (hormona que se libera en los estados de estrés), es natural en pequeñas cantidades. Sin embargo cuando los niveles están crónicamente elevados afecta a las neuronas provocando envejecimiento prematuro y disminución en la velocidad de reproducción de nuevas redes neuronales.

La alimentación es un factor clave ya que el cerebro responde ante la dieta. Recordemos que el cerebro funciona con –grasa- para transmitir adecuadamente las señales neuronales, pero grasas saludables como aceite de oliva, semillas (excepto cacahuates o maní), aguacate, etc. Si en lugar de ello consumimos alimentos con alta concentración de azúcares, ultraprocesados, sustitutos de azúcar, gluten; la respuesta neurológica será de tipo inflamatorio y se expresará como niebla mental.

Esta respuesta inflamatoria no es exclusivamente neurológica sino sistémica; es decir, ciertas condiciones como las enfermedades autoinmunes, la fatiga crónica, las enfermedades metabólicas y cardiovasculares, los trastornos neuropsiquiátricos y la fibromialgia por mencionar algunas, tienen en común la inflamación.

Si tenemos un organismo sistémicamente inflamado seremos muy susceptibles a la invasión de microorganismos infecciosos (virus, bacterias, hongos, parásitos) y la respuesta será deficiente porque cerebro-intestino-sistema inmunológico están íntimamente relacionados y el intercambio de información es constante.

¿De qué manera podemos mejorar?

En general se trata de reorganizar nuestro estilo de vida.

Tener un descanso adecuado. Implementar una rutina de sueño; es decir, procurar ir a dormir a la misma hora y despertar en un horario también establecido. No tener la costumbre de permanecer despierto más de quince minutos en la cama, sino levantarse y mover el cuerpo. Eliminar la luz azul (de aparatos electrónicos) al menos dos horas antes de dormir y descansar en oscuridad (sin luces artificiales).

Eliminar de la dieta lo que produce inflamación sistémica  como el alcohol, los lácteos, el gluten, los cacahuates o maní, los alimentos altos en carbohidratos, los edulcorantes artificiales y, en general, los productos ultraprocesados. En lugar de ello, consumir alimentos ricos en Vitamina B6 –piridoxina- (Nueces, aguacate, sandia), B12 –cianocobalamina- (huevos, hígado), Folatos (espárragos, espinaca, brócoli, toronja, plátano) y Omega3 (Salmón, sardina, chía)

La niebla mental funciona como gritos de auxilio que manda el cerebro a través de síntomas. El cuerpo siempre manda avisos y alertas de diferentes formas e intensidades para que pongamos atención y enderecemos el camino.

Las enfermedades no se instalan de un día a otro, el cuerpo avisa todas las veces. El problema es que nos hemos acostumbrado a normalizar síntomas con la falsa creencia de que si le sucede a la mayoría, está bien.

 ¿Y tú…?

¿Tienes fallas en la memoria?

¿Has perdido agilidad mental y has creído que es por la edad?

¿Qué señales o avisos crees que te manda tu organismo?

 

-Vive sano, vive consciente-


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