Por: Mónica Maydez.
¿Cuántas veces
hemos escuchado: “Tal mujer es puta porque quiere, porque seguro le gusta” o
“Ella se prostituye porque no quiere hacer otra cosa”?
México está
catalogado e identificado como un país de origen, tránsito y destino para las
víctimas de trata. La trata de personas se ha convertido en un negocio
altamente lucrativo, compite por el primer lugar con el tráfico de armas y de
drogas. Por un momento de sexo, una mujer de la zona de la Merced, cobra
$150.00. La cuota que debe entregar a su proxeneta es de entre $3,000 y $3,500
pesos mexicanos al día, los clientes, por ende,
oscilan entre los 20 y 25 para cubrir la cuota.
“Las putas” “Las
mujeres de la vida galante” “Las nalgas fáciles” etc. Muchos adjetivos descalificativos
se han acumulado a lo largo de la historia, porque claro, la prostitución es el
trabajo más antiguo que existe. ¿Trabajo?
Según Miguel
Casas Gómez, la palabra “puta” (en
latín, putta) se convirtió hace
siglos en sustituto biensonante de “mujer pública”. A ver, si toda la vida el
patriarcado nos ha situado en el ambiente privado ¿Cuál es la razón por la que
a las “putas” las define como “mujeres públicas”? … ¡Ah claro! Porque si se
trata de la satisfacción sexual de ellos, entonces la mujer puede ser colocada
en el ambiente público.
La trata de
personas, mujeres y niñas sobre todo, es un cruel resultado de la cosificación
de la mujer. Siempre vistas y enseñadas para la satisfacción del hombre, porque
claro, cuando el hombre deja de masturbarse, la mano es remplazada por alguna
vagina. Desde niñas somos enseñadas a ser “femeninas” para los hombres; nos
enseñan a lucir bonitas y esbeltas para que un hombre nos vea atractivas y
entonces podamos conseguir marido y entonces podamos ser alguien en la sociedad.
Atender a 20
hombres en el terreno sexual, ser manoseada, penetrada, obligada a practicar
felaciones a tipos desconocidos y, tal vez, mal aseados. Clientes que
desprenden malos olores, a quienes les apesta la boca o la axila o los pies,
dudo que sea un trabajo y también dudo que haya una mujer que lo haga por
gusto.
Y si dejamos de
verlas como putas y comenzamos a verlas como mujeres, mujeres dignas de tener
sueños, dignas de invitarlas a comer, dignas de cumplir metas; merecedoras de
un abrazo, de respeto, de amor. Si las dejamos de ver como putas y empezamos a
verlas como las que trajeron de algún pueblo hacia la ciudad y que ahora
extrañan amargamente a sus familiares, si las vemos como mujeres que sienten,
que piensan, que razonan. Mujeres con derechos como lo indica nuestra pisoteada
Carta Magna. Mujeres que no son públicas, sino victimas del sistema patriarcal.
¿Una puta? No,
eso no existe. Puede ser que se trate de una mujer engañada, falsamente
enamorada, con el corazón destrozado porque el hombre que le prometió amor y
una familia, ahora vende su cuerpo para satisfacción de otros.
¿Una puta? No,
eso no existe. Quizá se trate de una niña extraída de su casa en contra de su
voluntad y ahora, ofrecida sexualmente.
¿Una puta? No. A
lo mejor una niña, adolescente o mujer, que quizá no conozca las caricias, que
no comprenda el significado de tener relaciones sexuales por amor, por placer,
por gusto.
¿Una puta? No,
no, no. Es una víctima que probablemente viva asqueada, que se bañe diez veces
al día para pedirle al agua que se lleve su dolor, que borre las huellas de la
humillación, para envolverse en el aroma de jabón barato y olvidar,
momentáneamente, que la llaman puta.

Excelente artículo
ResponderBorrarMuchas gracias, Ricardo.
BorrarComo sociedad que deberíamos hacer? Tal vez apoyar fundaciones como camino a casa y hoja en blanco de rosy orozco creo que es un gran paso concientisar a la sociedad sobre este tema, en especial la trata de personas. Felicidades Por tu artículo moni, excelente
ResponderBorrarMelody, muchas gracias.
BorrarEs difícil terminar con el problema de la trata de personas ya que inicia en las esferas más altas del poder. Cómo mujeres, lo viable es dejar de discriminarlas, de ofenderlas y apoyarlas cuando nos sea posible.