Discriminación en el arcoíris.

Vivir en una sociedad heterocentrista obliga que la comunidad Lgbtq+ viva como un segmento segregado de nuestra población. Esto genera que todo se haga aparte para ellos: “Leyes que les garanticen sus derechos” “Bares donde no sean vistos como bichos raros” “Revistas con artículos especializados” “Escritores que crean novelas o cuentos solo para ellos” etc.

Utópicamente: Una sociedad sin segmentaciones.
Verídicamente: Un pueblo que estigmatiza por no cumplir con roles de género.  Un mundo que no quiere comprender la ideología de género ni la identidad de género.

Como si esta postura no bastara, dentro del arcoíris también se vive exclusión. Atendiendo primero a la hegemonía, donde se intenta cubrir un rol del homosexual o de la lesbiana o del travesti, adinerados y buena fisonomía. Posteriormente, el separatismo que existe de hombres homosexuales a mujeres lesbianas y de estos dos a las travestis y transgénero porque “no son totalmente mujeres, pero tampoco son totalmente hombres” y luego de todos estos a los asexuales, no binarios o a los genderqueer “porque son los raros dentro de la rareza”.

Los libros sagrados refieren que una casa dividida no prevalece, analizando inductivamente: la comunidad está dividida, nuestra sociedad se encuentra dividida, nuestro país también está dividido y políticamente, el mundo donde habitamos también se divide.

La discriminación es la base de toda violencia. De nuestra boca puede nacer la discriminación, con un discurso de odio al decir: “No tengo nada en contra de los gays o de las lesbianas pero…” El “pero” anula todo lo anteriormente pronunciado. Y no, con esa forma de hablar no se está ejerciendo la libertad de expresión, se está pronunciando un discurso de odio. Nuestras palabras tienen el poder de la vida o la muerte, alegóricamente.

Nuestras palabras son semillas que vamos esparciendo, habrá alguien que escuche “No tengo nada en contra de los gays o de las lesbianas pero…me dan asco, Dios los aborrece, no son dignos de tener hijos, tienen SIDA, etc.” y posteriormente ejecute un acto de violencia que bien podría culminar en la muerte.

¡Cuidado! Quien no se instruye, acumula semillas de odio e ignorancia.

¡Claro! Esa persona que mató a un travesti, a una pareja de lesbianas, a un homosexual; es alguien en quien germinó la semilla de odio que alguien más, (líder religioso, padre, madre, profesor, etc.) puso en su mente y corazón.

Cuando un arcoíris surge como fenómeno meteorológico es admirable, los colores deslumbran y transmiten paz, sin embargo, no dejemos de lado que esto es posible gracias a la descomposición de la luz.

La comunidad arcoíris surgió por la descomposición de la sociedad, por la heteronorma y por la creencia de las relaciones falocéntricas.

Si dejamos de lado los prejuicios generacionales o sociales, nos podríamos deslumbrar descubriendo los colores de cada persona.

¡Feliz mes del orgullo LGBTQ+!


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