Mírate al espejo, mujer.


Por: Erika Varela

Ejercicio de autoaceptación.
1.   Lee detenidamente lo siguiente.
2.   Ponlo en práctica.
Sin miedo… frente al espejo, quítate la ropa, mira lo que hay debajo, ese color de piel, esa forma que nadie más tiene. Ahí, tú sola, sin que nadie te quite tiempo, sin que nadie te quite espacio. Así es como existes, esa eres tú, con cicatrices, con lunares, con vellos o sin ellos, grande o pequeña, gruesa o no… así, esa eres tú. Obsérvate, sin prejuicios, sin ideas de nadie más, sin compararte…
Recorre tu cuerpo, de arriba abajo y al revés, mira tus pies, dales gracias por todo lo que hacen por ti, quizá sean dos, quizá sea uno, quizá te parezca que tienes de más, quizá te parezca que tienes de menos, pero es solo tuyo. Te sostienen, te permiten caminar, bailar, correr y saltar; gracias a tus piernas por eso.
Más arriba; tus caderas, tus nalgas, tu vientre, tu cintura, tus pechos… detente un poco en cada parte, mira desde todos los ángulos posibles, ¿les habías puesto atención?, ¿qué ves en cada una?, ¿las juzgas?, prueba verlas con amor, ¿qué hacen por ti cada día?, ¿hay algo que les quieras agradecer?
¿Y qué hay de tus brazos y tus manos, mira con atención? Haz un recuento de todo lo que haces con estas extremidades, ¿a quién te han permitido abrazar… o rechazar?, ¿qué tantas tareas haces al día con ellas?, y si no las tuvieras… ¿cómo sería tu vida? Agradece por todo lo que has podido tocar y sentir desde estas partes de tu cuerpo.
Mira tu cuello que conecta tu cuerpo con tu cabeza y permite el paso de oxígeno y alimentos, entre otras funciones, ¿ya le agradeciste?
Observa tus ojos, orejas, nariz y boca; su color, su forma, su tamaño... tus cinco sentidos; hay personas que no pueden ver, hay quienes no escuchan, hay quienes no pueden hablar, hay, incluso, quien no puede distinguir olores o sabores, ¿tú puedes? Quizá puedes ver lo que te rodea, puedes verte a ti misma; escuchar tus palabras y las palabras de los demás, las olas del mar; oler un rico café por la mañana, las flores, tu perfume favorito; deleitarte comiendo algo de tu agrado, dar un beso, poder decir lo que piensas, gritar, cantar, reír… ¿habías notado lo afortunada que eres? Y si no puedes hacer algo de esto, ¿cómo te ha ayudado tu cuerpo para poder contactar con el mundo?  
Y lo que tienes dentro, eso que no puedes ver frente al espejo pero que te da vida: tu estómago, tu vejiga, tus intestinos, tu apéndice, tu útero, tu hígado, tus riñones, tu páncreas, tu vesícula, tus pulmones y tu cerebro, ¿qué hay de todo lo que cada una de estas partes hace por ti? Tus venas, cuya función es que toda la sangre y nutrientes lleguen a cada rincón, cada hueso que te sostiene, cada músculo que te permite moverte, ¿les has agradecido alguna vez?
¿Cuánto y cómo has cuidado de todas estas partes? ¿Cómo las nutres? ¿Les hablas? ¿Las limpias? ¿Las tratas con cariño? ¿Las tienes abandonadas? ¿Eres consciente de su existencia?
Abrázate, perdónate, perdónate si, hasta hoy, no habías cuidado lo suficiente de ti, si no te habías reconocido en ese traje de piel y todo lo que hay debajo, que, desde que naciste, ha funcionado para darte vida y salud. Y es cierto, eres más que eso, más que todo lo que estás viendo y reconociendo, pero sin todo esto, así como es, no serías quien eres. Reconócete, agradécete, cuídate y ámate cada día de tu vida, a partir de hoy.

E-mail: psicoterapia.evarela@gmail.com


Comentarios