ESE REGALO NO ES MÍO


Por: Erika Varela
Elisa llegó a casa de sus abuelos, feliz, como cada año, había comida y felicidad, claro, era navidad. Época de dar y recibir. El día estuvo estupendo. Elisa jugó con sus primos, aunque algunos de esos juegos ya no le llamaban la atención, cada año era lo mismo. A la hora de la cena, toda la familia se sentó alrededor de la mesa a disfrutar de la comida. Elisa y sus primos esperaban el momento que más les gustaba, la hora de los regalos. Rosario, la abuela de Elisa, estaba emocionada, le encantaba dar regalos a sus nietos, juguetes, era lo que ellos siempre querían. Sin embargo, ese año, a diferencia de los anteriores, la abuela dudó mucho sobre qué regalarle a Elisa, hasta que por fin decidió que un juguete ya no sería emocionante para su nieta, que estaba atravesando por la pubertad, era hora de obsequiarle algo de ropa, que, seguramente, a ella comenzaba a llamarle la a tención.
Cuando la abuela emocionada le dio su regalo, Elisa comenzó a desenvolverlo, conforme quitaba aquel papel lleno de diseños de nochebuenas, veía colores opacos, de esos que no le gustaban, y… ¡sorpresa!… ¡era un vestido que la abuela le confeccionó! Elisa cambió, por un breve instante, su sonrisa por una mueca diferente, sus labios se escurrieron, inmediatamente forzó la sonrisa que todo el mundo esperaba y dijo: “¡gracias abuela, qué lindo!” Dio media vuelta para dejar espacio al siguiente afortunado y al mismo tiempo sentía una presión en el pecho, ganas de llorar y una gran desilusión, pues el momento de los regalos no había sido como antes, no entendía lo que estaba pasando, es que, ese regalo no le había gustado, aunque tampoco habría querido un juguete, pero cómo decírselo a la abuela, todo parecía injusto.
Su madre, al verla confundida, le dijo: “sé educada, Elisa, acepta y agradece los regalos que te dan”. Elisa abrazó a la abuela sin comprender aún cómo un regalo podía cambiar el tiempo que había durado siempre dicho abrazo, el abrazo después del regalo. Elisa había tomado muy en serio lo que sucedió aquella navidad, pero llegó el día en que esa frase ya no le gustaría.

Elisa tenía ahora 25 años, una joven educada, como le habían enseñado. La navidad de ese año, nuevamente convivió con su familia, todo sucedió “igual que siempre”… hasta que fue a descansar en su cama… durmió como una bebé, rendida gracias a su cansancio y estrés cotidianos.
Ahí, en el sueño, era su cumpleaños, no Navidad. Poco a poco llegaba un montón de gente a lo que parecía su festejo. De pronto, todos estaban formados para darle sus regalos, una larga fila, apenas y podía verle fin. Cada persona con un regalo: grandes, pequeños, en cajas alargadas, cuadradas, redondas, en bolsas, de todos colores y formas… regalos, regalos que pertenecían a cada uno de esos seres ahí formados, listos para entregar su presente a quien sería su nueva dueña.
Elisa recibió cada presente, bastaba una pequeña fracción de segundo para cambiar de manos. Se dio cuenta de que las personas que le entregaban los obsequios eran personas que la amaban y había otras para las que sabía que ella no era agradable, incluso, algunas que no le agradaban... tuvo miedo, ¿qué podían regalarle esas personas que "no la querían"?
Cuando por fin terminó de recibir todos los presentes, ya no quedaba más que Elisa con un montón de cajas, bolsas y una sensación extraña; por un lado, quería abrirlos todos, tenía tanta curiosidad, como cuando de niña esperaba el regalo de la abuela; y por otro lado, se sentía confundida, ¿cómo era posible que hubiese regalos entregados por personas para las que Elisa era desagradable?
Valientemente se dio a la tarea de abrirlos. Había algunas cosas que le agradaban, pero también había cosas extrañas que ella no necesitaba, ropa fea y también bonita, utensilios de cocina, ¿para qué los querría ella?, ¿pelotas de fútbol?, a ella no le gustaba jugar con eso… Cada vez que Elisa abría un regalo, el mismo iba a parar a una montaña, había dos: una contenía las cosas que quería, necesitaba o le gustaban y la otra, las que no, las que nunca habría pedido o que simplemente no quería conservar. Ahí estaba Elisa, eligiendo con qué regalos quedarse, agotada, no se terminaban, ¿en qué momento recibió tanto?; tuvo la sensación de que pasó horas, tal vez días, eligiendo con qué quedarse y con qué no, se sentía tremendamente cansada. Al terminar, observó las dos montañas, una era enorme, la de las cosas que no quería conservar, ¿qué haría ahora con todo eso?...
Despertó agitada, como si todo hubiese sido real. Aún adormilada pensó: "hay regalos que ni si quiera quiero recibir, ni si quiera debieran cambiar de dueño, nadie puede darme algo que yo no quiero, no estoy dispuesta a poseer algo que no necesito, no merezco o no quiero” Inmediatamente recordó el regalo que su abuela le dio en aquella navidad… gritó: “ese regalo no es mío” y así lo hizo con todo lo que en ese momento recordó, lo que otras personas le “regalaban” y que ella no quería recibir más: insultos en la escuela, groserías de otras personas, humillaciones, críticas, etiquetas, todo aquello que sabía que no era para ella pero que, por ser “educada” recibió, todo aquello que creyó de los demás. “Ese regalo no es mío”. “No quiero el vestido de la abuela. No necesito, no merezco y no quiero los insultos, las groserías ni las críticas no constructivas de otras personas. Estoy dispuesta, de ahora en adelante, a rechazar aquellos regalos que no sean para mí”.
Elisa comenzó un nuevo día sin esa montaña enorme de cosas y creencias que otras personas le habían dado. ¿Qué fue lo que descubrió? Hay regalos que te querrán obsequiar y que tú decides si tomar o no, no son tuyos, son de quién los expide, de quién los quiere dar, hasta que tú los recibes, hasta que tú los aceptas y los vuelves tuyos. Elige qué regalos recibir.

E-mail: psicoterapia.evarela@gmail.com


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