(1°
entrega de 3)
Por:
Mónica Maydez.
Si pensamos en
esclavos, tal vez lo primero que se venga a nuestra mente, sean las personas de
piel negra, siendo comercializados con fines laborales o de trabajo doméstico.
Nos costaría trabajo creer que aún hoy, en el año 2019, la esclavitud sigue tan
vigente como en los tiempos de la Nueva España.
Nuestra legislación prohíbe,
tajantemente, la propiedad de una persona sobre otra. Por ello, el trabajo
doméstico, por ejemplo, se mantiene en la lucha de la obtención de derechos.
Sin embargo, la esclavitud hoy tiene cara de mujer y aroma de niña.
Podemos pensar que
este cáncer social es propio de países lejanos. O bien, que solo le sucede a la
gente de bajos recursos. O a las mujeres que no tienen “un hombre que las defienda”. Quizá, podríamos llegar a creer que
cosas como estas solo pasan allá, lejos de nosotros.
La sociedad ensordece
y pierde la vista ante tales cosas. No quiere admitir que aquella mesera del
bar, donde muchos jóvenes van a bailar y a festejar cumpleaños, después de las
diez de la noche ofrece sexo a los clientes, es una esclava.
No se dan cuenta que “la
peor puta” de la merced, la que se para cada noche en la cerca del metro Pino
Suarez y viste provocativas prendas, ofreciendo sexo con precios según lo
solicitado, es una esclava.
Sucede también que,
la muchacha teibolera que domina el
tubo y animada baila al son que le toquen y que además, permite que se acerquen
a ella para colocar billetes entre su tanga, sí, también es esclava.
Casi nadie
sospecharía que en la niña que se pasea en las playas de Cancún o en el centro
de Guadalajara ofreciendo chicles, también puede ofrecer sexo por unos pesos
más porque también es una esclava.
En ese sentido,
nuestra legislación llama a dicha esclavitud: “Trata de personas”; y se
encuentra tipificada en el código penal como un delito grave. El problema es
que toda la sociedad mexicana somos cómplices. Grandes redes de trata se tejen
desde los más altos grados jerárquicos sociales.
No muy lejos de la
ciudad de México, se encuentra la cuna de padrotes: Tenancingo. Un pueblo
conocido por muchos, están al corriente de su origen y saben de buena tinta su
historia; las autoridades lo borran del mapa y de su memoria.
México, país de
origen, tránsito y destino de víctimas de trata. Hecho delictuoso tan solo
superado por el tráfico de armas, con ingresos superiores a este. La principal
modalidad de este delito es la explotación sexual. Afectando a niñas,
adolescentes, mujeres y migrantes, principalmente. Seguido por el trabajo
forzado, donde los más afectados resultan ser los varones.
Los modos de
captación son: ofrecimiento de trabajo, enamoramiento y seducción, engaño, uso
de violencia física y moral y a través de las redes sociales.
De manera personal,
este delito fragmenta la estructura emocional y corporal de la víctima,
resultando imposible reparar el daño. Las víctimas son humilladas, socavadas,
sometidas y expuestas a la más vil bajeza de los instintos sexuales de los
consumidores de sexo.
Existen factores que
hacen latente a una víctima. También los existen para el victimario. Ambas
personas con estructuras emocionales derrumbadas que no por ello se justifica
su comportamiento social.
Kant decía: “Ninguna
persona puede ser utilizada como medio para conseguir fines que le son ajenos” Crea
el concepto de Dignidad Humana, hoy quebrantado por la nueva esclavitud.

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