MUNDO INTERIOR

Mundo interior.
 Por: Mónica Maydez.

Prefiero cerrar mi ventana a la creación.

Solo así podré transportarme a mi mundo,
aquel en el que me he emancipado.

Exploro mi mente y encuentro lugares que no reconozco.
¿Son míos? … ¡Me estremecen!

Jamás imaginé que entes tan poderosos y versátiles
habitaran dentro de mí.

Ahí, en mis recónditas montañas, me descubro.

A veces no me reconozco.

Encuentro un poco de utopía, un poco de realidad.

En mi mundo interior, no soy como soy.

Nada me irrumpe, nada me impide, nada me estorba.

Me descubro con alas; siendo totalmente libre y es que,
en el mundo físico, tanta libertad asusta.

¿Y si permanezco así con los ojos cerrados?

Mi mundo es mío, únicamente para mí.
Solo aquellos a quienes invoco con pensamientos lapislázuli,
pueden visitarlo.

Prefiero vivir en mi mundo; yo pongo las reglas,
yo sé lo que hay, lo que escasea;
lo que es verdad y raya en la ilusión o viceversa, da igual.

Una gran ciudad monárquica,
donde reina la curiosidad y obedece la conciencia.
Lo inimaginable puede suceder. 
Nadie molesta. Silencio.

Entro a mi mundo para reconocerme, tengo curiosidad por saber quién soy.

¿Qué será aquello que me constituye para poder enfrentar al fatídico mundo real?

Todos los deseos, virtudes y sentimientos se dividen según la época.

Unos manifiestan crecimiento, mientras otros perecen.

Me entiendo, me examino. Mi mundo es solo mío.

Nadie puede penetrarlo si no tiene la autorización de la generosa fantasía.

Esa que me permite escapar de algo, cuando resulta insostenible.

Una elegante ciudad amurallada coexiste con una mísera casa de cartón.

De ambas emergen deseos desconocidos y otros explorados que actúan,
según la situación y el momento.

Algunos son dominados, otros atemorizan y
amenazan con un caos en aquella ciudad.

Los alimentos, estrellas incandescentes
nutren a los ideales y a lo fantástico;
embriagan a la ignorancia y a lo ortodoxo,
¡pugnan por su expulsión!

Aquí el tiempo es irrelevante.

Convergen pasado, presente y futuro en un mismo espacio, se funden.

Los hechos son perenes.

Corre entre las calles de la elegante ciudad un rio que
desemboca en un mar con destellos morados y azules;
los colores se mezclan, formar un arcoíris de inesperadas tonalidades.
Cautivante, ante la mirada atónita de todas las sensaciones.

Dentro de aquella casa de cartón,
un espejo empañado me muestra a mi peor enemigo.
Mi piel se eriza, ya me reconozco.

En la parte trasera, se asoma una lúgubre puerta.

Al abrirla, unas escaleras conducen al fondo.

En el fondo, entre penumbras viven perversas alucinaciones que,
algún tipo de moral vestida de traje, no les permite subir.

Tienen dos y hasta tres cabezas; rugen cual león enfurecido y
salivan como perro hambriento oliendo un jugoso trozo de carne.

Ahí permanecen, esa moral las cuida.

Escaparán cuando desatienda su puesto.

Nadie puede conocer mi mundo.

Es un privilegio solo para mí.

Sólo yo y mi mente grande como los océanos, lo recorremos,
podemos admirarlo o desestimarlo.

Mi universo evita ser obtuso.

Cerraré mis ojos y escaparé dentro.
Me propondré seguir reconociéndome y renovándome;
Con la única finalidad de que mi mundo trascienda.